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Bon Nadal! ¡Feliz Navidad! Merry Christmas! Joyeux Noël! Buon Natale! :)

Aunque ya hemos pasado Navidad, no así las fiestas que celebramos... pienso que sigue vigente poder felicitar a cualquier lector -ocasional o no- que pase por este mi blog...
En català...


... o en castellano...

Bon Nadal!!


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Sagrada Familia: un año de la visita del Papa (y 1)


Hoy hace exactamente un año de la increíble ceremonia de consagración de la entonces iglesia de la Sagrada Familia, en Barcelona. Un año de la visita de Benedicto XVI, que fue como una preparación de la Jornada Mundial de la Juventud que hubo después, en agosto, en Madrid. De ese momento, escribí una crónica para la revista Mundo Cristiano, e hice, como fotógrafo -y desde un lugar privilegiado- una gran número de fotografías que también añado en esta entrada. Una entrada, de un recuerdo imborrable. Es verdad que hubo voces agoreras, a las que no gustaba esta visita; pero, al final, lo que quedaba, era la felicidad que dibujó Barcelona de color de sonrisa, como en Madrid en agosto pasado... ¿O no?

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Tomando posiciones
No es fácil resumir una visita tan intensa como la que vivimos los días 6 y 7 de noviembre en Barcelona. Si tuviera que hacerlo en una palabra, me vería incapaz; pero si a la palabra le uno un gesto, una voz y un contexto, ésta sería la que salió de la boca de un niño con síndrome de Down, al salir de la obra benéfico-social Nen Déu. Con esa voz tan característica y con esa mirada distraída, pero a la vez profunda, cuando le preguntaron qué le había parecido la visita del Papa, respondió con fuerza: “¡Bien!”. Era la voz de un niño que se había sentido muy querido por alguien al que todos le vimos más padre que nunca.

Ha sido un viaje muy breve, pero de los que no dejan indiferente. Para bien, o para mal. Desde los tiempos del Papa Wojtyła, lo que haga el Santo Padre es cada vez más y más seguido. Para la visita a Barcelona, han sido más de 2.300, los periodistas acreditados –de unos 300 medios distintos– y unas 150 millones de personas de todo el mundo siguieron la ceremonia del domingo, en directo, y otras 300 mil se trasladaron hasta la capital catalana para, por lo menos, ver pasar a Benedicto XVI. ¿Quién dice que no interesa lo espiritual? Los números son los que hablan…

Hacía exactamente 28 años de la visita de Juan Pablo II a Barcelona: era el primer Papa que se paseaba por la Ciudad Condal y esta vez, su sucesor, aceptando la invitación del cardenal Martínez Sistach, venía como peregrino a la capital de Cataluña para dedicar uno de los templos más emblemáticos y el único actualmente en construcción: la ya basílica de la Sagrada Familia, ideada por  el genial arquitecto Antoni Gaudí i Cornet.

Aunque propiamente todo comenzaba el 6 por la noche, ante el arzobispado, donde se iba a alojar el Papa, Barcelona ya llevaba semanas preparándose para este gran evento. Facebook, blogs, twitter…: como una auténtica organización desorganizada, voces muy variopintas, hablaban de esta gran ocasión. Se convocaron dos grandes eventos que tuvieron un claro éxito de convocatoria: un flashmob, en la céntrica plaza de Cataluña y un recibimiento por todo lo alto, en la plaza de la catedral, bajo el lema: “ven con tu vela a recibir el Papa”. ¿Resultado? Centenares, o miles de jóvenes (y no tan jóvenes, aunque sí de espíritu), y un vídeo que en los tres primeros días llevaba una media de 140 visualizaciones por hora. El Papa, fuera de programa, salió por el balcón desde donde impartió la bendición a todos los que estábamos ahí.

Esa noche fue larga, para muchos; pero no aburrida. Como en el caso de la pasada en la parroquia de Santa Teresita del Niño Jesús: “hacíamos turnos –contaba Alberto, estudiante de bachillerato– y mientras unos teníamos ratos de oración o animábamos con cánticos, otros intentaban echar una cabezadita, o charlaban, o hinchaban unos globos que al día siguiente íbamos a soltar al paso del papamóvil”… Unos mil globos blancos y amarillos que el Santo Padre vio elevarse hacia el cielo, cuando faltaban pocos metros para que entrara en la Sagrada Familia. “Fue muy emocionante –sigue Alberto–; en la parroquia acogimos a unos 200 jóvenes que venían de Madrid y, entre todos, hinchamos los globos, preparamos carteles de bienvenida en varios idiomas, hicimos banderas vaticanas…”. Otro grupo consiguió colgar unas cuantas pancartas a lo largo del trayecto que iba a hacer Benedicto XVI desde el aeropuerto hasta el arzobispado. Los colores vaticanos llenaron balcones y calles; blanco y amarillo que también tiñeron los tres kilómetros y medio de recorrido del papamóvil hasta la Sagrada Familia, el domingo por la mañana.

Cuando el arte lleva a Dios

Dedicación del Templo de la Sagrada Familia “Sublime” podría ser la palabra que a uno le pasara por la cabeza al entrar por primera vez en la Sagrada Familia y “sublime” podría ser lo que pensara el Papa, de este magnífico templo. Quizá fuera, este, uno de los motivos por los cuales le dijera al Cardenal Sistach, durante el almuerzo de después: “Ha sido una celebración que nunca olvidaré”. Benedicto XVI venía a Barcelona “para –como decía a su llegada en tierras españolas– alentar la fe de sus gentes acogedoras y dinámicas” y dedicar a Dios un templo “en el que se refleja toda la grandeza del espíritu humano que se abre” al Altísimo.


La belleza –decía en su homilía– es la gran necesidad del hombre; es la raíz de la que brota el tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza”. 
Y era esta belleza la que el Santo Padre veía en la nueva basílica menor y venía a mostrar:

Gaudí, con su obra, nos muestra que Dios es la verdadera medida del hombre”.
A eso de las 10 de la mañana –después de un breve encuentro con los reyes de España–, Benedicto XVI empujaba por primera vez las puertas de entrada al templo. Era el comienzo de una solemne ceremonia en la que el pueblo no pudo contener su emoción, y el canto del Tu es Petrus se confundía con un aplauso atronador. El Santo Padre no podía –y no querría– esconder su alegría y al paso de la peregrinación, fue acercándose a los niños que estaban junto al pasillo central: para bendecirles y mostrar su cariño.
La ceremonia de dedicación de una iglesia es uno de los ritos más solemnes. Además, el lugar, por ser el único templo de estas características en todo el mundo –como si de las antiguas catedrales se tratara, es levantado con el paso de los siglos y del esfuerzo personal de muchas personas–, lo hacía todo más magnánimo, si cabe.

Entre ese inmenso bosque de columnas –así definía Gaudí la Sagrada Familia–, el Papa procedía a la unción del altar –símbolo de Cristo, el “Ungido”–; la incensación, significando el Sacrificio de Cristo que ahí se va a perpetuar; el revestimiento de la mesa del Señor; y la iluminación, como símbolo de la luz que es Cristo. Es, recordaba el Santo Padre, “un signo visible del Dios invisible, a cuya gloria se alzan estas torres, saetas que apuntan al absoluto de la luz y de Aquel que es la Luz, la Altura y la Belleza misma”.

Santuarios de Dios

Dedicación del Templo de la Sagrada Familia - incensación Benedicto XVI, como vicario de Cristo en la tierra, venía a España a confirmar a sus ovejas. Por eso, en el marco incomparable del templo de Gaudí, habló de belleza como conducto hacia Dios, y de sacralidad de la vida y la importancia de la familia. En referencia al signo que es, un templo, del verdadero santuario de Dios, el Papa se refirió, en su visita a la obra benéfico-social Nen Déu, al santuario de Dios que es todo hombre y “que ha de ser tratado con sumo respeto y cariño, sobre todo cuando se encuentra en necesidad”. Ahí, estas palabras tomaban especial fuerza ya que esa obra, dedicada a la educación y tratamientos médicos de niños y adultos con disminuciones físicas, psíquicas y ancianos en soledad, cada vez tiene menos niños con síndrome de Down, pero no porque haya menos, sino por la lacra del aborto.

En Nen Déu, el Papa fue más padre que nunca. Ahí llegó a primera hora de la tarde y ya muchos fieles le estaban esperando para poderle saludar. El Santo Padre quiso saltarse el protocolo y, antes de entrar, fue a saludar a los jóvenes de las primeras filas. Estuvo un rato con ellos y después hizo lo mismo al entrar. Fue saludando, bendiciendo y acariciando a todos los enfermos, mientras éstos le correspondían.

Santo Padre –le pedía Antonio, uno de los enfermos que le dirigió unas palabras–, llevadnos siempre en vuestro corazón de padre”. 
Y María del Mar le contaba que,

aunque somos diferentes, nuestro corazón ama como el de todos y queremos ser amados. También queremos dar las gracias a nuestros padres que nos han dado el don de la vida y a los que nos cuidan cada día”. 
Benedicto XVI les correspondía felicísimo:

me despido de vosotros, dándoos gracias por vuestras vidas (…); ocupáis un lugar muy importante en el corazón del Papa. Rezo por vosotros todos los días, y os pido que me ayudéis con vuestra oración a cumplir con verdad la misión que Cristo me ha encomendado”.

En nuestra casa


“Gracias”. Es lo que parecía desprenderse de las bocas de los más de mil jóvenes que fuimos a despedirle en el aeropuerto. En nuestras mentes resonaban aquellas palabras de María del Mar, la niña que le dirigió unas palabras en la obra Nen Déu: “gracias, Santo Padre, por venir a nuestra casa”. Benedicto XVI, despedido por los reyes, se fue conmovido y pidiendo a Dios que “se multipliquen y consoliden nuevos testimonios de santidad”.

Aunque nos recordó que espera volver en agosto, para la Jornada Mundial de la Juventud, su camino hacia el avión fue acompañado por los cantos de los jóvenes: “no te vayas, todavía, no te vayas, por favor, que hasta la guitarra mía llora al decirte adiós”.

*****

El trabajo de los voluntarios

"Com un gran bosc" (Gaudí)

En jornadas como la del 7 de noviembre, nunca falta el empuje y la vitalidad de los voluntarios. Desde primerísima hora de la mañana, ataviados de color azul y con una sonrisa en los labios, los más de dos mil jóvenes querían acompañar y servir a las cerca de 300 mil personas que se acercaron para estar cerca del Papa. Algunos tuvieron la dicha de estar dentro del templo, pero otros –la mayoría– en las distintas zonas habilitadas acomodaban a los fieles y procuraban prestar toda la ayuda que estuviera a su alcance: indicar puestos de ayuda, repartir los misales hechos para la ocasión…

Especialmente encomiable fue el servicio que hicieron al facilitar la labor de los sacerdotes. Eran muchos los fieles que se acercaban a confesar –el sacerdote, en medio de la calle, sentado en una silla, y el penitente al lado–, avisados por los voluntarios. Ricardo, por ejemplo, recuerda: “en mi zona pasaron a confesar medio centenar de personas; y sé que en otros muchos puntos había sacerdotes que no pararon de oír confesiones”.

Barcelona se convirtió como un ensayo de lo que esperan poder ofrecer en agosto, en Madrid.


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Las manos alzadas de un santo

Será como la gripe: al estar cerca de un santo, algo se quedará... y si ha estado 40 años... D. Stanislao Dziwisz me acogió muy bien en el palacio arzobispal de Cracovia. Es un hombre sencillo, amable. Yo era la primera vez que entrevistaba a un arzobispo; y no uno cualquiera. Conoció a Juan Pablo II casi como la palma de su mano: fue primero secretario del Wojtyła arzobispo de Cracovia y, después, del Papa con uno de los pontificados más largos de la historia...

Yo también tuve la inmensa suerte de saludar, una vez, a Juan Pablo II. Fue unos segundos. Medio minuto, quizá. Pero un momento que no podré olvidar. Y con ese momento -con la foto de ese momento-, empezamos la entrevista: "Non ai cambiato nulla!", me dijo... Bueno... entonces tenía 16 años: algo sí he cambiado... o no :) Sea como sea, me gustó su detalle. Al final, me regaló cinco rosarios bendecidos por su obispo, como le había llamado él.

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Hace seis años, cuando el cortejo de cardenales y obispos, presidido por Joseph Ratzinger, se disponía a celebrar la Santa Misa por el alma del Papa fallecido, hacía horas que miles de fieles estaban en la plaza de San Pedro esperando ese momento. Algunos, espontáneamente –como obligados por un impulso del corazón–, no dudaron en proclamar la santidad de Juan Pablo II: “Santo súbito!”, rezaban las pancartas. Como sucediera en la Edad Media, era el pueblo –aquél al que tanto amaba el Papa Wojtyła– el que pedía a la Iglesia que fuera declarada la santidad de una de sus ovejas y –en este caso– gran pastor. Un deseo que se hizo realidad a partir del primero de mayo…

No obstante, posiblemente, quien más sentiría ese momento fuera Stanisław Dziwisz –D. Stanislao, como se le conoce en todo el mundo–, casi 40 años al servicio de Wojtyła. Gran esquiador de joven, quinto de siete hermanos, no había cumplido los veinte, cuando decidió entrar en el seminario. Ahí conoció por primera vez al profesor Wojtyła: “Era un hombre de profunda vida interior; un intelectual. Y a la vez nada distante y muy humano”. Ordenado en el 63, Dziwisz fue enviado primero a una parroquia polaca donde estuvo apenas dos años y después le pidieron que continuara los estudios de teología. Y así fue como, en el 66, el arzobispo de Cracovia se fijó en él y reclamó su presencia… Era un 8 de octubre que se le quedó gravado…

“Vendrás conmigo”, me dijo. “Aquí podrás seguir con tus estudios y me ayudarás”. Y me nombró su secretario personal.

No fue la primera vez en que le pidieron que hiciera algo que no tenía previsto, ¿no?

Bueno, efectivamente… En 1978 nadie podía imaginar que fuera precisamente mi obispo el que acabaría tomando posesión de la sede de Pedro. ¡Un Papa eslavo! Yo estaba emocionadísimo, como toda Polonia…, pero triste porque me daba perfecta cuenta de lo que se le venía encima. En realidad, quería irme, volverme a Polonia, pero él me pidió que me quedara…, como esa vez. “Vendrás conmigo”… y así fue. Hasta su muerte.

¿Qué recuerda de esas últimas horas? ¿Le lloró?

Sí, claro. ¿Cómo no íbamos a llorar los que estábamos tan cerca de él? En las últimas semanas le vi sufrir mucho; le costaba especialmente tener que quedarse sin voz, como cuando intentó dar la bendición “Urbi et Orbi”, desde su ventana, su última Pascua en la tierra: tan solo pudo susurrar un imperceptible “no tengo voz”, y dar la triple bendición con la mano… Sí, es 2 de abril fue un momento duro; pero a la vez, un momento de alegría, porque ya se había ido al Cielo. Cuando falleció, la oración que nos salió del alma no fue un réquiem, sino un Te Deum de acción de gracias. Dábamos gracias por el Papa que Dios había concedido a su Iglesia. De hecho, yo nunca celebré una Misa de réquiem para él: estaba seguro de su triunfo celestial.

¿Vio un gran cambio en el Wojtyła que llegó a ser Papa?

No, no. Karol Wojtyła fue siempre el mismo. No cambió cuando le nombraron obispo o cardenal; y tampoco lo hizo cuando pasó a ocupar la sede de Pedro. Era la misma persona. Naturalmente con una responsabilidad mayor, con más preocupaciones, pero el mismo de siempre. Y es que, en el fondo, su vida “exterior”, por decirlo de algún modo, crecía pareja a una gran vida interior, y de un modo muy natural. No tenía que cambiar porque era un hombre de mucha oración; también siendo joven: lo dicen sus compañeros y colegas del colegio, en el seminario… No lo digo yo porque haya sido su secretario casi cuarenta años y me sienta como en la obligación de hablar bien de él. Es que realmente era así: muy divino, y muy humano.

¿Podría hablarme un poco de esta humanidad?

Contrariamente a lo que se podría imaginar de un hombre tan conocido, Juan Pablo II era muy sencillo en el trato, no exigía gestos de servicio, tenía muy buen humor… Un hombre normalísimo. A menudo, por ejemplo, cuando volvía de las  audiencias, antes de sentarse en la mesa para comer, se dejaba caer por la cocina para lavarse las manos y ver qué habían preparado las hermanas…

¿Le gustaba la comida?

Bueno, en realidad eso lo hacía para estar con las que estaban ahí: tenía un trato muy familiar con quienes vivíamos más cerca de él. De hecho, no solía saber qué comía: excepto al final de su vida, no tenía especiales problemas para comer… Eso sí: le encantaban los dulces y el café. Por lo demás: cualquier cosa.

Pues en Italia hay muy buenos cafés…

… y los disfrutaba… También era muy propio de su humanidad la gracia y el humor que tenía. ¡Cómo se reía en los primeros años de los encuentros UNIV, en Semana Santa! Le encantaban los chistes: en Cracovia hay un viejo obispo que, cuando iba a Roma, venía con un cargamento de chistes para contárselos al Papa. Le gustaba reírse, estar con la gente, cantar… Y cuando podía –que no era muy a menudo– disfrutaba viendo una película. A veces historias de la Pasión u otras que le hacían pensar y rezar, pero también otras como aquella serie italiana que tanto le divertía… ¿Cómo era…? ¡Don Camilo! Le divertía mucho. Sobre todo porque era un tema que él había vivido durante la Polonia comunista y lo conocía. Ten en cuenta que él era poeta, artista, escritor…; tenía muchos talentos que estaban presentes en su día a día.

Supongo que eran los mismos talentos que usaría para meterse en el corazón de la gente, ¿no?

Sí, pero sobretodo su “secreto” era cómo vivía inmerso en Dios: con su oración, con su contemplación, estaba continuamente con Dios, y lo notabas. Y la gente que le trataba, directa o indirectamente, sentía que en aquella persona había algo más…; este “más” era Dios. Amor hacia Dios que transmitía al amor hacia cada uno. Para él era importante todo el mundo: mayores, pequeños, pobres, ricos…; siempre veía a Dios en el rostro de los demás. Cuando tenía prevista alguna audiencia primero encomendaba a las personas con las que iba a estar, y después las atendía; ya fueran personas singulares o naciones enteras. Se lo oí decir una vez: “para el Papa, lo más importante es la oración. Esas manos alzadas que, como las de Moisés, sostienen a su pueblo”.

Así se prepararía, también, para los encuentros con millones de jóvenes en las JMJ…

Así es. Preparaba los discursos, se estudiaba el programa que se iba a seguir… Él siempre buscaba responder las preguntas de los jóvenes, y éstos notaban su sinceridad. Por eso era tan aceptado y querido. El Papa sabía qué tenía que decir a los jóvenes, cómo guiarlos, y ellos se daban cuenta de que estaba ahí para ayudarles y orientarles. Digamos que vivía tan metido en Dios, que no tuvo que aprender a meterse en el corazón de la gente, y todos lo notábamos.

A pesar de sus más de ochenta años, se le veía fuerte; joven, incluso

Una vez, dijo: “quien ama, no envejece”, y él amaba mucho. Por eso se mantuvo siempre tan joven de espíritu. Yo siempre digo que su fuerza también fue, ciertamente, física, pero sobre todo espiritual. Dicen que le gustaba la montaña, y es verdad; pero más que nada como excusa para estar en contacto con el Creador. Durante las caminatas, no hablaba: sí al inicio, cuando comíamos o nos parábamos pero, por lo demás, rezaba. En constante contemplación.

Parece como que fuera una oración muy extraordinaria…

¡No, no! Nada más lejos de la realidad. En esto también era un hombre muy normal… Quizá se podría considerar extraordinario cuando quería tener unos ratos solos en la capilla…; cuando estaba ahí, le oíamos cantar o hablar al Señor en voz baja… posiblemente sin saber que alguno le espiaba… Son los dones que Dios otorga a las personas santas.

De todos modos, también los santos han tenido defectos; ¿qué era lo que más le molestaba de sí mismo, al hombre Karol Wojtyła?

Bueno… seguramente será parte de su vida interior la que tendríamos que escudriñar… Al principio, se retrasaba en las cosas previstas, pero con el tiempo llegó a ser muy puntual y muy ordenado; incluso durante los viajes: el Via Crucis, los viernes; la hora de adoración, los jueves… Nunca se saltaba nada: –Santo Padre, hay que ir a… –Primero la oración, decía… Sinceramente, por más que intente buscar debilidades suyas, ¡no las encuentro!

¿Lo vio, alguna vez, triste?

¿Triste? Había cosas que le entristecía, pero yo diría que lo vi normalmente muy alegre. Él, por esa capacidad de meditar las cosas, de hablarlas con Dios, conseguía un distanciamiento –por decirlo de algún modo– que le transmitía mucha paz y serenidad. A veces le hemos visto muy enérgico al decir las cosas, pero siempre con argumentos, nunca con emociones. Pero hablaba fuerte y claro: como aquella vez, contra la mafia siciliana, advirtiéndoles sobre el juicio final; o al presidente de los Estados Unidos de entonces, o al de Irak: “¡Yo conozco qué es la guerra! No comencéis una nueva, que con la guerra no se resuelve nada”… Y tenía toda la razón, lo estamos viendo hoy, aún: tantos años, tantas muertes…

Recuerdo una vez, en San Pedro, en que remarcaba el que “había sobrevivido la guerra”…

Sí: después del ángelus. Hablaba desde la experiencia de un polaco que había sufrido en su propia carne dos totalitarismos. Y hablaba, también, un hombre que tenía una gran visión de futuro que al final ha resultado ser profética… Como la oración por la paz, en Asís, que tampoco fue comprendida por muchos, aunque entendida por otros, como el mismo Ratzinger: no es cierto que se opusiera… Así como para algunos era difícil seguir el ritmo del Papa, su sucesor lo entendía perfectamente.

Otra lucha que libró fue la de las raíces del viejo continente. ¿Cómo veía Europa?

Cristiana, sin duda. Negar las raíces es negar la propia alma de Europa: eran los cimientos, lo que estaba en juego, no la opinión personal de un Papa. Europa negaba lo que hoy sería clave. Necesita recuperar los valores que la han hecho tan grande.

¿No le entraba el pesimismo ver cómo tantas veces no se le escuchaba o los medios no colaboraban en su misión?

Karol Wojtyła nunca se dejaba llevar por lo que dijese la prensa. Sabía perfectamente que una cosa era los juicios de los medios, y otra muy distinta lo que realmente quería y pensaba la gente, también los no católicos. Por eso, nunca dejaba espacio al pesimismo… Hoy podemos ver que estamos muy envueltos de un gran relativismo y una falta enorme de valores morales; no obstante, yo también soy muy optimista. Veo una fuerza regeneradora que lleva al cambio. Es la nueva primavera de la que tanto habló Juan Pablo II.

Un Papa que rezaba mucho, que amaba; artista, divertido…, pero ¿qué es lo que le hizo un Papa tan grande?

Son muchas cosas, como tú bien dices. Era un Papa que tenía un gran corazón y supo darlo con gran generosidad. A Dios y, por Él, a todos y cada uno. En las audiencias, en los viajes, en encuentros ocasionales… Era un Papa que con los gestos y con las palabras –con su presencia– a su vez hacía muy presente a Dios en el mundo. Un Papa que Dios nos ha dado tantos años… son razón suficiente para cantar ese Te Deum, el día de su fallecimiento, ¿no te parece?


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Una arquitectura para la humanidad

Cameron Sinclair es un arquitecto inglés afincado en los Estados Unidos, co-fundador de la organización sin afán de lucro Architecture for Humanity, con la finalidad de construir necesidades arquitectónicas en zonas afectadas por desastres naturales. Estuvo hace poco en la UIC, para dar unas clases en el máster International Cooperation: Sustainable Emergency Architecture. Ana Cañizares -colega de profesión- y yo le entrevistamos en el plató de la UIC. Aquí os dejo un resumen en vídeo de lo que próximamente publicaré para el Newsuic.


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Eugeni Bregolat: "Lo que ocurre en China cambiará la historia del mundo"

Este entrevista la hice hace ya un tiempo, en mayo-junio de 2007... Fue una de mis primeras, publicada en el Newsuic número 15: Eugenio Bregolat había ido a la UIC, donde presentó su libro La segunda revolución China, en la que emulaba -con una portada con dos gatos, uno negro y otro blanco-, un proverbio chino: "¿Gato negro o blanco? ¡Qué más da! Lo importante es que cace ratones", que hace referencia a lo pragmáticos que son los chinos (hoy, con las compras de deudas que están haciendo, se ve mucho este ser pragmáticos).

Me acordé de él porque leí la noticia de que acababa de ser nombrado, por tercera vez, embajador de España en China. En el momento de la entrevista era embajador en Andorra. Aquí os la dejo y, aunque en catalán, creo que se entenderá...

Bregolat era un enamorado -y un experto- de esa república popular... Hoy, el destino o la providencia, ha querido que vuelva ahí...

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“Gat negre o blanc? Tant li fa! L’important és que caci ratolins...”: així diu el proverbi xinès que Eugeni Bregolat (64) fa servir per parlar del pragmatisme de la Xina. I no ho fa en va. S’ho coneix com si fos la seva ombra: va arribar a aquest país com ambaixador d’Espanya, en el momento just: dos anys després serien els successos de Tiananmen (1989) i allò va forçar un procés de canvi econòmic i social que ja havia començat. Xina s’obria camí cap un futur totalment nou. I tot –diu–, per culpa o gràcies a un “homenot de poc més de metre i mig d’alçada” a qui Bregolat considera com “un dels personatges més importants del segle XX”: Deng Xiaoping. 

Ha treballat a Xina, Indonèsia, Rússia, Canadà... i ara Andorra: quin país li sembla més Interessant?
Xina, sens dubte. Jo hi he pogut viure en dues dècades diferents i he estat un observador directe del gran salt que ha fet en aquests temps. Ho he viscut en primera persona, i realment em considero un observador molt afortunat: el que està passant en aquestes dècades canvia la història mundial. Saps què vol dir això?

Bé, potser no ens n’adonem del tot...
Pensa que el que tots els països han fet en una evolució de segles, Xina ho ha fet en gairebé trenta  anys! El seu PIB s’ha multiplicat per 8 o per 10 en tres dècades i amb uns altres trenta anys podria tenir el més gran del món; la renta per càpita està en uns 2.000 dòlars, tretze vegades més que aleshores; la pobresa ha disminuït en 500 milions de persones; avui hi ha un gran nivell sanitari i educatiu; augment de l’esperança de vida... És el mateix país, però com si fos un altre. Això és com un miracle, i tot gràcies al geni polític de Deng Xiaoping.

Però, la gent –el poble– n’està contenta?
Digues-me quin país ha fet aquest  canvi, i en parlem. De fet, si es fessin eleccions democràtiques, jo crec que el Partit Comunista sortiria elegit amb una àmplia majoria. És veritat que segueix havent-hi pobresa, però ja avui hi ha una gran quantitat d’empresaris privats que són veritables capitalistes, i, a més, estan inscrits a les files del PC! Avui el poble xinès viatja, estudiaa l’estranger, té un mòbil, Internet...

... Encara que sense gaires llibertats.
Sí, és veritat. Però, d’altra banda, el govern de Xina ha entès que si no obren la mà, no aconseguiran aquella evolució que volen. L’Estat està convençut que una certa llibertat d’expressió és important; de fet, avui la major part dels mitjans de comunicación són privats; sense subvencions, el que vol dir que han de treballar-s’ho per captar els lectors, dient el que els agrada sentir, el que no diuen els altres.
S’està constantment tantejant quin és el límit de la censura, fins a on es pot arribar. Amb Internet passa el mateix: seria com posar portes al camp. Tot i la censura, un internauta una mica hàbil, pot fer el que vulgui... És el preu que ha de pagar el govern, si volen aconseguir els seus objectius principals.

I quins són aquests objectius?
El Comunisme, la situació ideal: la gran Esperança Comunista.

Ara sí que no entenc res!
No és el socialisme del monopoli de la propietat pública i dels mitjans de producció, del centralisme de l’economia, sinó el socialisme de Deng. És a dir, Xina ara està en una fase inicial que pot durar uns 100 anys. I aquesta fase és essencial perquè hi hagi un equilibri econòmic i social. Després vindrà la fase intermèdia i, finalment, la madura. Total..., uns 300 anys. És en aquest sentit que podem parlar de socialisme i no capitalisme.

I s’ho creuen?
Suposo que algns sí. El mateix deia Marx, el que passa és que Rússia no ho va saber fer. Gorbatchev no es va adonar que el partit és l’instrument esencial per evolucionar i, en canvi, se’l va carregar d’arrel. Deng va entendre que socialisme i nacionalisme anaven de la mà. Per això va proclamar que tot el que contribuïa al desenvolupament del país, a millorar el benestar del poble, valia per aquesta fase inicial.

I en cap moment pensen en la democràcia?
Estan creant la base perquè un dia pugui haver-hi un teulat democràtic: classes socials, educació, informació... Si arribaran o no a aquest teulat, no ho sabem. No exclouen la democràcia, però seria una democràcia a la manera que a ells els sembli; en tot cas, sempre diferent a la nostra. No volen, de
cap manera, una democràcia liberal, però sí un país ric i fort.

Realment és un país de contradiccions...
Sí, i per això mateix apassionant.

Hi tornaria?
... Quan em jubili –que els diplomàtics podem esperar fins els 70–, m’agradaria fer com els vells funcionaris xinesos, que fugien de la lluita revolucionària, del poder i la democràcia: es retiraven al camp, per escoltar ocellets, mirar com plou, i escriure... i contemplar.

Entrevista a Eugeni Bregolat


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