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«Bicicleta, cuchara, manzana...»: la vida en tres palabras

Yo también viví el Alzheimer bastante de cerca: tuve un abuelo que falleció por esta enfermedad. Y lo viví. Tenía, entonces, pocos años, pero me daba perfecta cuenta de la gravedad de este problema cerebral. El año 2011 que acabamos de dejar ha sido el año del Alzheimer: algo aún muy misterioso y difícil de entender y algunos personajes conocidos han impulsado fuertemente la investigación en ella: el ex-president de la Generalitat de Catalunya, Pasqual Maragall u otro presidente, de fuerza mayor: Ronald Reagan.

Por ello, para conmemorar este año especial, quise entrevistar a uno de los investigadores sobre esta enfermedad de la UIC. Alejandro Gella, muy cortésmente, me recibió en su laboratorio; y ahí, hablamos un buen rato. También del documental Bicicleta, cuchara, manzana (2010), sobre esta enfermedad en Maragall.

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“Bicicleta, cuchara, manzana”…: tres palabras. Tan sólo tres palabras que pueden marcar una vida. Son muy sencillas, pero no todo el mundo las puede recordar. Hoy, son muy famosas gracias al documental sobre Pascual Maragall, que así empieza: “¿me las puedes repetir?” “No; no me acuerdo”… Son los síntomas del Alzheimer. Una enfermedad sobre la que tuve la oportunidad de hablar con el Dr. Alejandro Gella, investigador de la Facultad de Medicina y Ciencias de Salud de la UIC 

El paciente empieza a no recordar cosas que le acaban de suceder, mientras tiene buena memoria para las cosas más antiguas. Lo de las tres palabras es una prueba muy usada; cualquiera: libro, manzana, casa…

Pero, ¿qué es lo que pasa? ¿Por qué dejan de recordar?
Es difícil de explicar en pocas palabras. Hay una proteína en el cerebro que se procesa mal y se va acumulando con el paso del tiempo y al ser tóxica va matando las neuronas. Uno ve una manzana y, entonces, nuestro cerebro conecta unas neuronas con otras hasta llegar al concepto de “manzana”. Es como un entramado de redes de informática: las neuronas van donde la “memoria RAM” ha dejado la “manzana”. Y esa proteína –β-amiloide, se llama–, elimina progresivamente esas “redes”; y es muy rápida: en 5 ó 10 años, desde que se diagnostica, puede provocar la muerte

¿Por los efectos secundarios, o propiamente por el Alzheimer?
Esta proteína va atrofiando el cerebro, lo va contrayendo; hasta el punto que una persona que ha tenido esta enfermedad tiene un volumen cerebral mucho más pequeño que el de una persona sana. Esta atrofia se produce especialmente en dos zonas del cerebro que conocemos como hipocampo y corteza, implicadas en procesos cognitivos y en la memoria.

¿Podemos compararlo con el SIDA, en cuanto a número de personas afectadas?
La enfermedad de Alzheimer es peor: es la número 1. Actualmente, en Europa hay 10 millones de afectados y, si seguimos así, se calculan unos 18 dentro de cuarenta años. La cifra a nivel mundial se va doblando cada diez años… En España hay unos 600 mil pacientes diagnosticados con Alzheimer.

Y no podemos hacer nada
No, de momento: hoy no hay nada para curar a un enfermo de Alzheimer. Hasta ahora, los fármacos sólo son capaces de retrasar un poco el deterioro cognitivo, y nada más…

De todas formas, ¿se podría llegar a detener o a retrasar?
Yo creo que sí seremos capaces de curarla en el futuro: detectándola a tiempo y sabiendo dónde actuar, qué agentes atacar o reparar. Al menos pienso que podremos llegar a detenerlo hasta el punto de que la vejez sea tal que no tenga el impacto socioeconómico actual. El problema es que seguimos sin encontrar indicadores que nos digan que esa persona va a desarrollarla con el tiempo. Cuando se descubre ya es demasiado tarde. Pero en eso estamos.

En algunos medios hablan de algunas “vacunas”, y que para el 2018…
¡Ojalá sea cierto! Por ahora, creo que son “disparos al aire”. Las investigaciones llevan mucho tiempo: más de 10 años puede durar un proceso desde que se descubre algo, se sintetiza, se hacen pruebas in vitro, después en animales… Si alguien descubriera un fármaco hoy, hasta el 2025 no podría emplearse en humanos.

Pero supongo que cada vez serán más los que la investigan, ¿no?
Sí. Poco a poco somos más conscientes de la gravedad y se va inyectando más dinero, tanto público como privado. Pero aún sigue siendo la patología que más costes origina, y en la que menos se invierte.

Y cuanto mayor es la esperanza de vida…
Efectivamente, mayor es la probabilidad de padecerlo. No es lo mismo que la demencia senil pero, en el fondo, a la larga todos tenemos muchas posibilidades de padecer Alzheimer…; aunque puedes morir mayor sin tenerlo, lógicamente. En una persona con Alzheimer, digamos que el proceso degenerativo natural de la vejez, se acelera.

¿Cuál es tu experiencia personal, en este mundo?
A mis abuelos les conocí con esta enfermedad… Fue muy duro convivir con ella. Perder los recuerdos, vivencias, olvidarte de tus hijos, nietos…; pero procuro separar las emociones, lo personal, con la investigación, que es muy fría, muy impersonal… De todos modos, uno tiene ganas de encontrar algo que cure; algo que les ayude. Sería una gran satisfacción poder ir y decirle: “mira, este fármaco va a curarte…”

Al final, sólo nos queda ese trato más íntimo
Sí. Lowenthal y Haven desarrollaron la llamada “teoría del confidente” que me gusta mucho. El confidente alivia al anciano del temor de enfrentarse a lo desconocido y le da su mano. Es una mano firme, dulce… El ser positivo, el estar bien acompañado y tener una calidad de vida, la familia, la dieta mediterránea…: son factores “ambientales” que influyen mucho en retrasar la aparición de la enfermedad. Hay una frase mítica de Maragall que es muy significativa en este sentido: “en ningún sitio está escrito –decía el president– que esta enfermedad sea invencible”. Por eso creó la fundación en la que está metido ahora; y por eso, también, yo soy muy positivo ante lo que podemos llegar a hacer.
Entrevista a Alejandro Gella, sobre Alzheimer


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