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Un periodista con vocación de curioso... o al revés


Arturo San Agustín me dijo que un periodista es aquél que tiene hambre de saber: es un curioso que no se cansa de buscar la noticia para poder informar. Con la máxima objetividad de la que sea capaz. Él, me parece que cumple muy bien con su definición. Inquieto y trabajador. Le encanta "leer" la información que se desprende del día a día del ciudadano: en las ramblas, en avenidas y plazas, en una cafetería... De hecho, así estuvimos hablando, en una cafetería céntrica de Barcelona, con uno de los primeros fríos del invierno barcelonés. Hablamos del perro verde de su libro y de lo que encontró en el Madrid de las JMJ. Y mucho del Periodismo, y algo de la actualidad -de las intríngulis que él conoce bien.

Hablando del Papa -de este Papa Ratzinger-, me comentó que una de las cosas que más le impresionaban de él era cómo miraba a la su interlocutor. "Se nota -me decía- que es una persona que te escucha y está pendiente de ti en ese momento". Como si no hubiera nadie más. Quizá por eso este observador de miradas también sepa estar pendiente de su interlocutor: de agradable conversación; escuchador y atento. Estábamos él y yo... y el frío barcelonés. Y ya está... Bueno: y un simpático hombre que se prestó a hacernos algunas fotos...

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El perro verde del que habla en el título se refiere a sí mismo. Entre los jóvenes del Papa. Arturo San Agustín (1949) se autodefine como un “tío raro”. Y su editor, lo remarcó: “¡Es el libro que estaba esperando! –me dijo, reconoce el autor–. Tú, ¿crees en la Providencia…; pero ‘Providencia’, con la “p” mayúscula? –Sí. –Pues es lo que quería: que un tío raro como tú escribiera sobre la JMJ…”. Y es que San Agustín, no es precisamente un santo. “En el colegio me llamaban ‘Demonio Agustín’. Quizá por mi apellido, acabé por encontrarme con el de Hipona y me gustó. Y también quizá por ello, admiro a Benedicto XVI. Su discurso te hace más grande –magnánimo–, porque te eleva a lo divino. Es un intelectual y se nota. Posiblemente no comulgue con todo lo que diga, pero me gusta mucho”.

Columnista y diseñador, premiado varias veces por las innovadoras portadas de El Periódico de Catalunya, hoy, fundamentalmente se dedica a escribir libros. Libros crónica: el periodismo más auténtico; “mucho más apasionante que la novela”, dice. Por ello, alguno lo ha definido como el Gay Talese español; como el que –junto a Tom Wolfe– creara el llamado ‘nuevo periodismo’. Premiado, también, por sus entrevistas, una de ellas fue exclusiva mundial, a Federico Lombardi, portavoz del Papa. Hoy, el entrevistador entrevistado dice que le queda otro trabajo… o un sueño: “me encantaría entrevistar a Benedicto XVI. Intentaría que la gente lo conociera mejor. Es una persona que dice muchas cosas, incluso a los que creen que no creen, pero creen… ¡Eh! Aún pienso que acabaré consiguiéndola”.

Me reconforta leer al Papa Ratzinger y pienso que si la gente lo leyera más se acabarían muchos problemas. Dejaríamos de comprar libros de autoayuda o de falsa espiritualidad, que no sirven para nada. De los textos de Benedicto XVI uno sale reconfortado, con más esperanza porque es un hombre que tiene mucho que decir y lo sabe decir. No es verdad que para que sea muy elevado, un texto necesita ser complicado… Decían de Eugenio d’Ors que cuando dictaba sus textos, preguntaba: “¿Se entiende? –Sí, sí… –¡Pues oscurézcalo un poco!”

Por eso fue a escucharle en Madrid, por la JMJ
Por eso, pero sobretodo porque me revienta ver cómo en España todo el mundo se permite el lujo de dar palo a la Iglesia Católica porque sí. Aquí, a la mínima que haces algo que parece que estés a favor de la Iglesia, quedas etiquetado. Yo siempre he escrito lo que me ha dado la gana y nunca he tenido problemas; pero si hubiera entrevistado al Dalai Lama, en vez de al portavoz vaticano, las sonrisas “sottovoce” no existirían. ¿Por qué? Además, mi padre, que era anarquista, siempre me decía que, como periodista, tenía que denunciar lo que veía. “Estáte atento porque, en este país  –decía–, cuando hay problemas graves, aparecen los comecuras. Y viendo el ambiente que existía en las visitas del Papa actual, me dije que tenía que escribir una crónica periodística: hecha por un periodista que intenta ser objetivo y quiere explicar lo que ha visto. Y ya está.

Y, ¿qué vio?
Descubrí o corroboré algo que oí a menudo por parte de muchos de mis colegas u otras personas de mi entorno: que los jóvenes católicos son gente normal. “¡Claro que son normales! –Le dije a un anciano que se sorprendía, en Barcelona, de ver el espectáculo de peregrinos que fueron recibidos por Sistach y me decía lo mismo. –No tienen dos orejas, ni tres ojos… –¡No, no! Usted ya me entiende: son normales”. Ahí vimos a miles de jóvenes católicos desinhibidos, jóvenes que no daban miedo: alegres, optimistas. De alguna manera, creo que lo mejor que se puede decir de la JMJ es que vi futuro; un futuro optimista, no ingenuo. Es verdad que la cosa no está como para tirar cohetes, pero vi gente que cree en el futuro.

¿Por qué deberían dar miedo, los jóvenes?
No lo sé. Eso de que “son normales”, interiormente demuestra que tienes miedo a la juventud. Hace unos años, los únicos que no daban miedo eran los jóvenes: por su alegría, por su esperanza, por la humanidad que irradiaban… Hoy, cuando ves a un grupo de según qué jóvenes, te da miedo. En Madrid, no fue así: más de un millón que me hizo sentir más joven.

¿Volvió cambiado?
No es que volviera cambiado: sigo siendo el mismo de antes, pero habiendo constatado, también, que el futuro de la Iglesia es evidente que pasa por los laicos. El problema es que la jerarquía sigue sin saber comunicarse en determinados temas. En parte es culpa nuestra, de los periodistas, pero también suya; pienso que la Iglesia Católica tiene un papel muy importante en el mundo de hoy, mayor que el que la gente cree.

¿Le fue fácil publicar su libro?
¡Qué va! La gente me preguntaba si daba palos a la Iglesia –por lo que se ve, tengo fama de eso, cuando escribo– y, al saber de qué iba la cosa, me decían que de la Iglesia sólo se puede hablar para dar palos. “Pero, ¿no sois intelectuales? ¡Pregúntame si está bien escrito!” Nada. Este libro ha sido para mí un ejercicio de libertad personal. Y cuando ya estaba desesperado, un amigo mío encontró al editor que me dijo si creía en la Providencia, con la “p” mayúscula…

¿Hemos dejado de creer en nosotros mismos?
Indro Montanelli es un personaje que decía cosas con mucho sentido común. Una de ellas era aquello de que los italianos no saben que son católicos. Aquí nos pasa lo mismo: culturalmente somos católicos. No medio, sino del todo. Hay que aceptarlo para saber quién eres… También me gusta mucho lo que decía el entonces cardenal Ratzinger, en uno de sus libros entrevista: “Europa no se quiere”. Los europeos nos estamos suicidando culturalmente. No sé por qué tenemos este complejo de inferioridad. Es verdad que hemos hecho muchos disparates, pero también grandes cosas buenas. “Europa no se quiere”: una frase tan simple como esta me hizo pensar mucho…



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