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¿Me tocará la lotería?

Para algunos, el 22 de diciembre de cada año es un día muy especial. Esperan poder convertirse en los nuevos ricos o, quizá, poder saldar las deudas (hoy, por desgracia, tan comunes...). Los sorteos de lotería han provocado ríos de tinta, y cintas de vídeo -hoy deberíamos decir "codificaciones de 1 y 0"-. Es clásico ya la fábula del que se encuentra un número y lo regala a la camarera que le sirve el café, y resulta ser el número ganador... Durante esta época, "la bruixa d'or" -que ha sabido modernizarse a los nuevos medios- se hace, literalmente, de oro... Muchos los que compran números... pocos aquellos a los que les toca algo...

El 22 de diciembre de 1999 estaba trabajando en Radio Universidad de Navarra y me encargaron un reportaje sobre la Lotería Nacional. Entonces, Internet no funcionaba como hoy -¡es de hace dos días!- y busqué información en una enciclopedia -wikipedia, ni existía-. Me hizo gracia encontrar que alguien se había dedicado a formular la probabilidad de que me tocara la lotería. Me pareció una buena manera de comenzar el reportaje: explicar la historia de este gran premio, dejando de fondo una voz constante leyéndome esta larga -eran más de 3 ó 4 páginas- fórmula.

Termino la historia, pero la fórmula sigue. ¿Qué probabilidad? Ínfima... pero a alguien, le toca... :)


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Cuando el dolor se convierte en un bien

El dolor, objetivamente, es un mal. El hombre está hecho para vivir y poder compartir esta vida con su creador. Pero el dolor, existe: es humano.

Hace poco tuve varias conversaciones con Joaquín Romero, enfermo de esclerósis múltiple. Romero tiene 41 años, y lleva casi veinte años pegado en una silla de ruedas. Debido a esta enfermedad, va muriendo cada día un poco... hasta que llegue el día en que no pueda respirar. Y ya está. No obstante, Joaquín Romero es el hombre más feliz del mundo. Es lo que me contaba y lo que pude comprobar. Con él, dan ganas de segir viviendo y de pensar: ¿por qué me estoy quejando cuando tengo todas mis facultades intactas?

De esas conversaciones surgió una entrevista publicada en Mundo Cristiano. Os la dejo a continuación. Cuando lo tenga, lo subiré, también, en pdf (abajo).


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Él quería conocer la verdad, sin tapujos. Por eso, cuando le diagnosticaron, hace casi veinte años, esclerosis múltiple –una enfermedad incurable, progresiva y degenerativa– pidió que le explicaran exactamente a qué debía atenerse en adelante: “Te puedes quedar tetrapléjico, ciego, mudo y en cama; pero lo peor es que no consigas superarlo y lo que sólo es una enfermedad psicosomática, acabe siendo algo psíquico”.

Hoy, Joaquín Romero tiene 41 años, y hace unos dieciocho que va en silla de ruedas. No puede andar, el brazo izquierdo lo tiene casi perdido, apenas ve, le cuesta respirar y la cabeza le está fallando. Cuando se dio cuenta de que no podría valerse por sí mismo decidió adaptar su casa y montar, con su hermano Borja una empresa que ayudara a personas discapacitadas como él. Un arquitecto técnico y un ingeniero. B&J Adaptaciones es hoy la única empresa española en su campo y, gracias a ella, Joaquín ha podido hablar y ayudar a muchas personas… “de silla a silla”, como él dice. Y es que, a pesar de ser plenamente consciente de su situación, el pesimismo no le pierde y no duda en definir su situación como de “un milagro; un caricia de Dios”…

Tendría yo 22 ó 23 años. Lo tenía todo perfectamente calculado: había hecho el servicio militar; estudié lo que quise, arquitectura técnica… Ya pensaba en subirme a andamios y dirigir obras. Me gustaba el fútbol. Un día, jugando con mis amigos, fui a chutar el balón, le di con el empeine y entonces empecé a notar como miles de hormigas por todo el cuerpo; luego vino la doble visión y fui al médico.

¿Qué te dijo?
En ese memento, lo que me sonaba más extraño era el psiquiatra, pero me llevaron al neurólogo. ¿Qué era eso? No lo había oído nunca. Mis esquemas se me fueron rompiendo poco a poco. Yo quería que me recetara las medicinas y ya está, todo solucionado. “No, no, Joaquín” me dijo. “La esclerosis es incurable”. “Vale, pues conviviré con ella” le dije –no tenía ni idea de a qué me enfrentaba. “Es una enfermedad progresiva y degenerativa: no es una carrera de velocidad, sino una maratón. Tendrás que ir bien preparado, dosificar tus energías; no a grandes zancadas sino paso a paso”.

Y ¿qué hiciste? ¿Qué pensaste?
No lo sé. Aún era un poco inconsciente de lo que me ocurría. Me pasaban cosas totalmente inauditas para mí. Mi condición de “cerebrotónico” hacía que quisiera tenerlo todo amarrado, pero era imposible. Gracias a Dios llevaba unos años en el Opus Dei y ahí siempre he tenido a alguien con quien confiar y contar mis problemas. Yo tenía la sensación de que cualquier cosa nueva que me ocurría era algo muy grave. Y lo contaba, y me escuchaban, y nos íbamos a tomar unas copas cerca del mar –soy un apasionado del mar–…; con esa excusa, me conocí todos los chiringuitos de la costa barcelonesa…

¿Así se solucionan las cosas?
No se solucionan, pero sí consigues objetivarlas un poco más. Muchas veces, el gran problema de personas afectadas con esta enfermedad es que se quedan trabadas por tonterías que en minutos s
e aclaran. El médico me lo dijo muy claro ya que yo quería conocer exactamente a qué atenerme. Soy enfermo, pero no tonto. Podría quedarme tetrapléjico, ciego, mudo y en cama. Pero que lo peor era que lo físico afectara a lo psíquico y entrara en depresión.
Por eso no te detuviste
Claro. Y por eso, cuando vi que si no hacía algo ya no podría valerme por mí mismo, mi hermano Borja y yo adaptamos mi casa de forma que pudiera controlarlo todo desde la silla, o desde la cama, o desde el ordenador. Así fue como lo que comenzó en esos poco más de 30 metros cuadrados, hoy es ya una empresa –única en España– que construye, adapta y soluciona la vida de miles de discapacitados con problemas similares, peores o iguales al mío. Y lo mejor es que yo puedo hablar a mis clientes de silla a silla…

Habrás visto mucho dolor
Una vez me llamó una señora pidiéndome una solución para su marido enfermo. Le dije que lo miraría. Pasado poco tiempo, la llamé, pero no estaba. Había ido al funeral de su marido…


Desde entonces me prometí no desperdiciar ni un segundo de mi vida para ayudar a quien se me acercara. A veces viene un cliente y te pregunta por unas máquinas y al final: “Y tú, ¿qué?”. “¿Qué de qué?”, les digo. “No, ¿que cómo lo llevas?”

¿Qué les dices? ¿Se puede amar el dolor?
No. Por sí mismo no. El dolor no tiene ningún sentido: el sentido lo tienes que buscar tú. Yo les digo la verdad. Lo que siento y lo que veo. Les digo que estoy atravesando uno de los mejores momentos de mi vida porque sólo ahora he comenzado a intuir un poco el valor tan grande que se esconde detrás de esta enfermedad. Es un misterio el dolor, sí; no nacemos con un manual debajo del brazo en el que se explica: número uno, cómo se lleva; número dos, qué hacer cuando dura más de dos semanas… ¡Qué fácil sería si ya lo supiéramos! Quizá, como Dios nos ha hecho libres, nos deja a nosotros la oportunidad de descubrirlo… “¡Qué Padre más injusto!”, podrías pensar. Pero eso es lo fácil. ¿Por qué no echarte la culpa a ti mismo? En cuanto a inteligencia e intuición, no creo que le falte, a Dios. Quizá te falte a ti; entonces, pregúntate por qué no lo entiendes y te animo a que te acerques a Él a través de los Sacramentos…


Pero esto es una solución para los que creen…
¿Qué esperabas que te contara? ¿Que fueras a un grupo de mutua ayuda, donde unirse y quejarse en alto de lo duro que es la sociedad, de lo difícil de nuestra situación…? No. Sólo te puedo decir una cosa: no he estudiado ni por asomo teología, pero que yo sepa no se ha explicado teológicamente por qué se puede vivir con alegría dentro del dolor…; yo, en cambio, lo he conseguido. Y no es broma. En términos de salud, lo he perdido todo. Pero hay una cosa no he perdido jamás: lo que tengo dentro que me da una gran paz; una seguridad de saber que lo que he elegido –por lo que apostado– eso, funciona. Si repaso los años que tengo, no recuerdo nunca haber estado tan bien como ahora. Lo he probado cuando estaba sano y jugaba a fútbol. Cuando estaba con los amigos. Cuando estudiaba y estudiaba mucho… y me funcionaba. Lo sigo usando ahora que estoy enfermo… y justo hoy que me he caído en la calle y me he dado un golpe en la cabeza. Me podría haber hecho daño… pero yo sigo contento. Para mí, lo que estoy viviendo es como un milagro, una caricia de Dios. Puede sonar a risa, a ironía, a locura… no. Esto no lo hace un hombre. Un hombre no es capaz de tener una imaginación tal como para inventar algo tan complejo como todo lo que te estoy contado. No: eso sólo lo sabe y puede hacer Dios.

¿No te ha entrado ningún momento de desesperación, una tentación de decir “basta”? ¡También somos de carne y hueso!
Sí, claro. Muchos. Momentos en que pensaba que Dios se estaba ensañando conmigo y que yo ya había tocado fondo… Recuerdo un cliente que, después de las preguntas “comerciales” pertinentes, me dijo que quería suicidarse. Yo le dije que también lo había pensado alguna vez y comencé a explicarle mi “plan”. Un “plan de suicidio” perfectamente trazado: voy al metro adaptado que tengo cerca de casa, pago, me acerco al andén, me preparo para accionar el joystick de la silla y… ¡Es muy fácil! Pero entonces, cuando ya lo tengo totalmente encantado, le doy la vuelta y reconduzco la conversación: ¿no te parece más bello luchar por la vida?

Hay gente que dice que la eutanasia es una solución
¿Quién lo dice? ¿Los enfermos, o los que tienen que aguantar a los enfermos? En cuanto a éstos, si realmente aman al enfermo, no pueden encerrarse sencillamente con su “solución”. Eso es injusto egoísmo. Tienen la obligación de formarse y ver que hay muchas opciones. No se puede zanjar un tema tan importante diciendo simplemente: “buena muerte”. Si has oído, aunque sea de lejos, que alguien da una solución, tienes que descubrir cuál es. Si quieres realmente al enfermo –si lo amas de veras–, tienes que buscar todo lo que puedas…

¿Y si es el mismo enfermo quien lo pide?
En ese caso me pongo más en su lugar. Hay que hablarle de tú a tú. Le diría: “No pienses que eres un trasto inútil, una sanguijuela… no. Todo lo contrario, tío… tienes la oportunidad de poder hacer ver el valor tan grande que esconde el dolor. Es una misión”. Como las COES. Es importante que la gente entienda que una persona con discapacidad no es una persona inservible.
Todo esto, ¿lo descubriste de la noche a la mañana?
¡No, no! Esto sería con el manual del que te hablaba… A los quince años ni siquiera se me pasarían por la cabeza estas respuestas. Son cosas que he ido madurando, y ahora veo más claras… pero desde entonces, ¡han pasado más de veinte años! El Joaquín Romero de ahora, no tiene nada que ver con el de ese momento. Si quieres es más radical… pero con un corazón que no le cabe dentro.

¿Qué le dirías a Dios cuando llegues al Cielo?
Le daría un “gracias” y un besazo. Gracias y un beso muy grande por la vida que me ha dado. Porque además, no hubiera deseado otra vida. Deseo lo que Él ha querido. Diría “chapeau”. Si tuviera un sombrero, me lo quitaría. Me pondría de rodillas –porque entonces sí podría– y le diría: “increíble. Lo has bordado”.




Info: B&J Adaptaciones


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Evolucionismo y la elegancia de Dios

Charles R. Darwin (1809-1882) era un científico como cualquier otro; pero un científico al que le tocó vivir una época de cambio. Un buen hombre que se dio cuenta de que las cosas existentes tenían un origen muy distinto del que había estudiado de joven. En ese momento, cuando Darwin estudiaba teología para ser pastor anglicano de una iglesia rural -hay que tener en cuenta que en esos años del siglo XIX los únicos "naturalistas" eran los teólogos-, se explicaba la existencia de las cosas por la teoría "fijista". Esta teoría decía que todas las cosas han sido creados en un momento fijo, determinado, tal como están hoy. Es decir: hace unos 4000 años. No evolución. No transformación. Esto, lo creía también Darwin... hasta después de su viaje por el mundo a bordo del Beagle.


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Hace poco estuve hablando con Daniel Turbón sobre todas estas cosas (aquí podéis leer la entrevista que publiqué al respecto). Turbón es catedrático de Antropología Física por la Universidad de Barcelona, y acaba de publicar un libro con Carlos A. Marmelada, titulado Darwin y el mono. En él, estos dos autores hacen una biografía del autor de la Teoría Evolucionista, mostrando en qué consistió realmente, y por qué se ha mitificado tanto a este científico en favor, muchas veces, de la eugenesia y el racismo (Darwin, en vida, se dio cuenta de esta "mitificación", y la rechazó por completo).


En mis conversaciones con el profesor Turbón, hablamos de algo que acababa de publicarse: una investigación por la que se descubrió la clave de por qué los hombres hablamos y nos diferencia tanto de los primates. Esta es su visión:
Los monos se mueven en el nivel subhumano, donde todo es pura biología. Los primates no hablan, no porque no tengan capacidad de hablar, sino porque no tienen qué decir".
Es cambiar un poco la idea. Turbón es un hombre ecuánime a la hora de expresar su opinión, pero muy claro, sobre todo al decir que a menudo se usa la ciencia para querer mostrar la ideología:
Nosotros somos más que simples moléculas. Es muy difícil recuperar el ADN de los fósiles y decir que somos simplemente eso: meros animales. Nosotros podemos hacer matemáticas, astrología, reflexionar... Los demás animales, no tienen esta capacidad de abstracción".
Y también:
La ciencia es muy limitada en su conocimiento, a diferencia de lo que quieren hacer ver algunos científicos que se han apoderado de los medios de comunicación. Lo que dicen, es parte de la verdad. Decir que es toda la verdad, es una postura ideológica".
Y sobre la relación entre evolución y creación, me pasó una cita del entonces Card. Joseph Ratzinger:
No podemos afirmar: creación o evolución. La fórmula exacta es creación y evolución, porque las dos cosas responden a dos preguntas diversas. El relato del polvo de la tierra y del aliento de Dios no nos narra cómo ha tenido origen el hombre. Nos dice lo que es. Nos habla de su origen más íntimo, ilustra el proyecto que está detrás de él. Viceversa, la teoría de la evolución trata de especificar y describir procesos biológicos. No logra en cambio explicar el origen del 'proyecto' hombre, explicar su derivación interior y su esencia. Nos encontramos por ello frente a dos cuestiones que se integran, no se excluyen".
Una de las cosas que le pregunté fue si existía el azar. Y me dijo:
El azar estadístico sí existe, pero es compatible con que un ser superior haya introducido procesos de azar... Imagina un piloto en el polo norte. Decide viajar hacia algún lugar de la tierra, pero al azar: en función de los dados, hacia un meridiano o hacia otro... Si no detiene el avión, siempre llegará al polo sur. Un proceso de azar, pero con una finalidad. ¿Azar? Sí. Pero no es incompatible con un fin".
Citando al investigador estadounidense Francis S. Collins, autor del libroThe Language of God: A Scientist Presents Evidence for Belief y director del Proyecto Genoma Humano, decía:
La evolución es la elegante manera con que Dios creó al Hombre".


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