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Gustavo Ron: un filósofo de cine


A Gustavo Ron (38) le conocí hace ya unos cuantos años. A mí me quedaban pocos años para terminar la carrera y un buen amigo me pasó su contacto porque quería hablar con alguien que estuviera metido en el mundo del cine y que fuera accesible. Así fue Gustavo. Me citó en su casa y me explicó su carrera profesional: de cómo había estudiado en Londres, me enseñó algún cortometraje que había hecho en esa escuela... Era muy accesible. Y ambicioso: desde muy joven sabía que lo suyo era el cine, y no cejó hasta conseguir filmar su primer largo, Mia Sarah (2006) que -cosas de la vida- acabó resultando ser la última película de Fernando Fernán-Gómez "de quien me hice muy amigo", fallecido poco después. Ambicioso, pero también sabedor de sus ambiciones: "me gustaría mucho haber filmado El hombre tranquilo, pero sé que nunca habría hecho algo tan bueno como lo que hizo John Ford". 

Tuve oportunidad de estar otra vez con él el pasado 26 de febrero, cuando vino a la UIC para hablar, con otros profesionales de distintos campos, sobre el papel de las humanidades en su profesión.

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Hace unos años estrenó su primer largometraje, Mia Sarah (2006), donde trabajó, entre otros, con Fernando Fernán Gómez. Antes había trabajado como guionista, productor, músico… Estudió en la London Film School y en otoño estrena Ways to live forever, sobre un niño con leucemia y sus ganas de vivir. Digamos que lo que considera como “la profesión más bonita del mundo” no le ha ido del todo mal…; y eso, gracias fundamentalmente a su empeño.

¿Qué te llevó a dedicarte al cine?
Creo que el cine te permite llegar al corazón de la gente y, si lo consigues, te conviertes en un buen amigo o un buen consejero. Quizá en esta visión influyó mucho el ambiente humanista que se respiraba en mi familia.

Pero no te fue fácil convencer a tus padres…
No, no… Tuve una adolescencia bastante desastrosa. Estudiaba de forma muy selectiva y sacaba sobresalientes de lo que me apetecía. Sabía lo que quería hacer. Me mandaron a acabar el colegio en Oxford porque no consiguieron meterme en ningún otro colegio de Barcelona y ahí descubrí la Inglaterra de los 80, el idioma… Entonces no me daba cuenta de algo que he podido valorar después: la facilidad con la que me estaba convirtiendo en bilingüe era algo impagable... Al terminar, fui a mis padres y les dije: “quiero estudiar en la escuela de cine de Nueva York”

¿Y?
Mi padre decía que el cine era una cosa de drogadictos, o algo así. Por lo que ni ellos me entendieron, ni yo me hice entender: me mandaron a estudiar Periodismo a Pamplona, y ahí duré tres años: me daba cuenta de que esa carrera no tenía nada que ver con lo que quería hacer. Yo seguía con mis trece de que quería irme a Nueva York, pero no era fácil. Finalmente, vi una oportunidad de estudiar en Londres y así que conseguí matricularme en la London Films School, sin que lo supieran mis padres: les mostré el papel conforme me habían aceptado… y no tuvieron más remedio.

¿Los has tenido fácil para entrar en este mundo?
No, pero no creo que sea más difícil que en otras profesiones. Hoy en día considero más difícil llegar a ser médico o abogado. Es cuestión de empuje. Aunque es cierto que no hay espacio para todo el mundo.

¿Has tenido que aparcar alguna vez tus principios para hacer cine?
Nunca he tenido que venderme a ninguna ideología
. He trabajado con gente de todos los colores y gustos y no he sentido la necesidad de cambiar mis ideas para poder salir adelante.

¿Faltan ideas, en Hollywood?
Faltan buenas ideas en el mundo entero. Falta que alguien sepa valorar y se interese por invertir en buscar y desarrollar buenas ideas.

Pero, ¿dónde están?
Mira: con el tiempo, he llegado a la conclusión de que si yo hubiera estudiado Filosofía o Historia del Arte, incluso Literatura, me habría servido mucho más para el cine que la propia escuela. Las carreras más audiovisuales, están muy bien, pero la formación humana es la que, al final, te va a dar historias o cosas que contar. Las humanidades, excepto la técnica, aportan todo lo demás. Y la técnica, en poco tiempo está desfasada.

Y entonces, ¿con qué tipo de cine te encuentras mejor?
Con el que cuente una buena historia… Mia Sarah era una comedia; la que se estrenará en breve, un drama… ¿Podría hacer cine de terror? Por supuesto, siempre y cuando el guión tuviera un componente humano.

Mia Sarah, fue la última película de Fernán Gómez, ¿qué es lo que más recuerdas de él?
Es una de las personas más maravillosas con las que he trabajado. Me enseñó muchas cosas relacionadas con la figura del director y del guionista. A veces, si no tenía inspiración delante del ordenador, me cogía el coche hasta su casa y me iba a verle. Fernando siempre tenía una buena historia esperándote. Lo cierto es que se le echa mucho de menos…

¿Cuál ha sido el momento más grato de tu profesión?
Cuando presenté Mia Sarah en Estados Unidos, una señora vino desde Florida a Indiana para verla, porque una amiga suya le dijo que era la mejor película que había visto nunca… Este tipo de cosas hace que el cine sea la mejor profesión del mundo.


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